Cuando la soja llegó a casi US$ 600 “se manejaron muy mal los cultivos”

 Cuando la soja llegó a casi US$ 600 “se manejaron muy mal los cultivos”

Las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) deben aplicarse “en cada una de las represas multiprediales que se puedan generar” a partir de la Ley de Riego aprobada el año pasado, dijo en El Mercado Agropecuario el Ing. Agr. Luis Giménez, docente e investigador de la Facultad de Agronomía (Fagro) de la Universidad de la República (UdelaR).

Pero también “hay que aplicarlas en la cuenca de captación de agua” para “no erosionar el agua que llega a la represa”, enfatizó en Carve.

El Ing. Giménez –que también es Máster en Ingeniería de Regadíos y Dr. en Ciencias Agrarias- señaló que la Ley prevé controles incluso en la cuenca de captación, además de en los predios.

Afirmó que en nuestro país “hay conocimiento” para aplicar correctamente las BPA, porque la Facultad de Agronomía forma técnicos con “conocimientos suficientes” para hacerlo.

“Pero también hay que fiscalizar”, subrayó.

Afirmó que, cuando el precio de la soja “llegó a casi US$ 600 y los productores no eran todos uruguayos”, lo que ocurrió es que “se manejaron muy mal los cultivos, sin análisis de suelo, con aplicaciones de agroquímicos que no respetaban el medio ambiente”.

“Todo valía” porque el precio que se pagaba entonces por la tonelada de soja era muy alto, indicó el Ing. Agr. Luis Giménez.

Las BPA son “una herramienta cuyo uso persigue la sustentabilidad ambiental, económica y social de las explotaciones agropecuarias, especialmente la de los pequeños productores subsistenciales, lo cual debe traducirse en la obtención de productos alimenticios y no alimenticios más inocuos y saludables para el autoconsumo y el consumidor”, se definió en el documento “Las Buenas Prácticas Agrícolas”, elaborado por la Oficina Regional de la FAO (sigla en inglés de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) para América Latina y el Caribe en enero de 2004.

Para los productores rurales, las BPA, “más que un atributo, son un componente de competitividad”, que les permite “diferenciar su producto de los demás oferentes, con todas las implicancias económicas que ello hoy supone (mejores precios, acceso a nuevos mercados, consolidación de los actuales, etc.)”.

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